Política

Batacazo de La Libertad Avanza en todo el país

Una pregunta clave que solo develará el paso del tiempo: cómo gestionará este contundente triunfo el Presidente

Javier Milei tuvo razón. Él, su Gobierno y su espacio político llegaron en pie a la elección de medio término, después de infinidad de tropezones, y salieron con la cabeza mucho más en alto de lo que nadie imaginaba.

La estrategia de polarizar al extremo e instalar la probabilidad de un resultado más exiguo o hasta de derrota para el oficialismo y, por ende, un eventual regreso del kirchnerismo, funcionó a pleno. Al final fue todo ganancia y con un rendimiento excepcional. Batacazo violeta.

Con el triunfo en casi todo el país de La Libertad Avanza (LLA) con el 40% del total de votos, mucho más de lo que sus últimos pronósticos fijaron como piso, pero sobre todo con la victoria que al cierre de esta línea obtenía en la provincia de Buenos Aires (un recorte de casi 15 puntos respecto de las elecciones provinciales de hace solo 50 días), más una licuación total de las opciones intermedias, los números no pueden ser mejores para que el Gobierno festeje, como ni siquiera lo había soñado en los últimos dos meses.

El rotundo apoyo del electorado, muy por encima hasta de los pronósticos más optimistas, es la foto de su domingo de gloria que Milei le muestra a los mercados antes de la apertura.

Esa es la primera gran interpretación de los números salidos de las urnas que a la Casa Rosada más le preocupaba en lo inmediato. Con esa imagen los integrantes del Gobierno se fueron a dormir anoche en paz, después de mucho tiempo de insomnio y pesadillas, alimentadas por los escándalos de corrupción que salpicaron a las principales figuras oficialistas, por el impacto del ajuste económico en los ingresos y la actividad económica, las corridas cambiarias y los enfrentamientos hasta con quienes estaban dispuestos a ayudarlos.

Haberse asegurado el crucial tercio de la composición de la Cámara de Diputados con legisladores propios y de quedar, con la suma de los de Pro y de los radicales aliados, a menos de 15 diputados de la mayoría y del número para tener quórum, es la prueba más concreta que puede ofrecer Milei de que su poder real y no solo simbólico se amplió.

Queda ahora abierta, sin embargo, una pregunta clave que solo develará el paso del tiempo: cómo gestionará este contundente triunfo el Presidente, cómo ordenará su propio espacio estragado en los últimos meses por las disputas internas y cómo se vinculará con el resto de los sectores políticos no oficialistas con representación parlamentaria y a cargo de gobiernos provinciales.

La demanda de cambios de conductas, de composición del Gobierno y de búsqueda de alianzas que le den sustentabilidad y permitan avanzar con las reformas de fondo precede y excede a este resultado extremadamente positivo para la administración libertaria, y mantiene su total vigencia. El triunfo da derechos, pero también genera obligaciones.

Es esa una exigencia que ha sido formulada hasta por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y, sobre todo, por el gobierno de Donald Trump, que con su potente intervención ha sido el gran rescatista que lo sacó del precipicio y lo depositó en esta luminosa cima.

La aparición en la noche del triunfo del Presidente vestido de traje y corbata, y no con las extravagantes capas de camperas negras, así como el discurso triunfalista, pero medido (para sus estándares) alimentó la expectativa de quienes esperan que abra su espacio, amplíe su base de sustentación, oxigene su gabinete y se amigue con dirigentes dispuestos a ayudarlo a los que se cansó de maltratar en el último año y medio.

La aparición de la palabra acuerdos

Por si fuera poco, la palabra acuerdos apareció por primera en sus labios triunfales. Toda una novedad. Esperar respeto y tolerancia para con sus contradictores puede ser una utopía apresurada. Pero no habrá que perder la esperanza, al menos todavía. Está ante su gran oportunidad.

No obstante, la imagen de la cuestionada Karina Milei dando un minidiscurso en la puerta del hotel-búnker, acompañada por el aún más cuestionado presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, de quien se retiró abrazada, antes de que se conocieran los resultados oficiales, pareció dar algunas pistas menos claras sobre la prometida renovación del equipo. “Todo eso podría indicar que solo cambiará para que muy poco cambie”, señaló un exégeta mileísta.

Que Milei, luego, haya puesto, otra vez, en un plano de igualdad a su hermana y al gurú Santiago Caputo, como una restitución del fracturado triángulo de hierro, después de la indisimulada disputa abierta entre ellos, refuerza esa impresión.

Lo que la mayoría de ellos, incluido el también reivindicado anoche Guillermo Francos, consideraba que no podía mantenerse en el tiempo sin cambios profundos y sin la salida de alguno de ellos, ahora quedó en suspenso. El triunfo le permitiría a Milei prorrogar la resolución de un dilema esencial, que siempre ha evitado, aún en los momentos más críticos en los que karinistas reforzados y caputistas envalentonados se cruzaban agresiones en público.

Le da tiempo, pero no un cheque en blanco a la eternidad, el apoyo del electorado tan rotundo como inesperado por su magnitud.