Política

El punto de inflexión y el cambio de equilibrio dentro del Frente de Todos, tras una semana decisiva para Alberto Fernández

Alberto Fernández cerró el acto del día del militante y volvió a su despacho acompañado por un puñado de funcionarios y dirigentes. Todo era alegría por la convocatoria. Ahí, en la intimidad de su despacho, ante solo unos pocos testigos, el jefe del Estado respiró aliviado. “Hoy es un punto de inflexión”, les dijo el Presidente.

Fernández cree que la elección modificó la composición del Frente de Todos y equilibró la relación de fuerzas. Un nuevo actor, con vos y voto, se sumó a la mesa de poder que hasta ahora integraban el Presidente; la vicepresidenta Cristina Kirchner; el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa; el líder de La Cámpora, Máximo Kirchner, y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof. Se trata de la CGT unificada y los movimientos sociales.

La presencia del clan Moyano le da –Pablo Moyano es uno de los triunviros–, en la mirada del Presidente, un “peso superlativo” a la central obrera. Los sindicatos, junto con las organizaciones sociales, gobernadores y los intendentes del conurbano, serán a partir de ahora los garantes de la gobernabilidad para el Presidente.

“Se sintió con mucha autonomía. También se dio cuenta que cuando toma la iniciativa el resto lo acompaña”, graficó uno de los funcionarios que mejor interpreta al jefe del Estado.

La expresidenta se replegó, al menos por ahora. Su hijo, a quien en algunos despachos de poder ya bautizaron “príncipe Carlos” –por el hijo mayor de la reina Isabel II del Reino Unido quien hace 69 años espera heredar el poder de su madre–, ya puso de manifiesto su disconformidad con lo que ocurrió en los últimos días. La “entrada triunfal” a la Plaza de Mayo son el Presidente fue un mensaje elocuente.

“¡Viste cómo son los pibes!”, se lamentó una altísima fuente del gobierno nacional. La relación entre la Casa Rosada y el kirchnerismo duro no atraviesa su mejor momento. El Presidente camina con pie de plomo para evitar otra semana “trágica”, como describió a las renuncias y la carta de la expresidenta tras el terremoto electoral que provocaron las PASO. El clima interno está atravesado por la tensión y la desconfianza, pero nadie habla de ruptura.

“Nos obliga a recuperar la sensatez. Hubo un momento muy duro donde muchos perdieron el buen tino. Ahora quedó diseñado un nuevo escenario”, aseguró uno de los hombres con acceso diario al despacho presidencial. 

Alberto Fernández se niega a ponerle nombre al nuevo actor de poder dentro de la coalición de gobierno. El albertismo no nato por su propia voluntad seguirá de esa manera, aunque el nuevo esquema se le parecerá bastante.    

“Acá esto cambió, acá hay un régimen presidencialista, lo que dice la CGT, estamos bancando a este gobierno nacional. ¡Punto! Ahora, ordenemos las cosas”, simplificaron cerca del mandatario, que busca inaugurar un nuevo estilo de liderazgo.   

En la mesa de consulta del Presidente están varios ministros como Gabriel Katopodis (Obras Públicas), Santiago Cafiero (Cancillería), Juan Zabaleta (Desarrollo Social), Jorge Ferraresi (Hábitat), Matías Lammens (Turismo), Martín Guzmán (Economía), Matías Kulfas (Desarrollo Productivo), Carla Vizzotti (Salud) y Claudio Moroni (Trabajo).

A ellos se plegó, aunque en otro juego, el jefe de Gabinete, Juan Manzur, un actor clave como primus inter pares de la liga de los gobernadores del norte. El tucumano actuó como un respirador para el gobierno nacional, según la descripción de los principales actores de esos días donde la incertidumbre por el futuro se colaba en cada despacho.

“Quedo demostrado que hay una cantidad de actores como gobernadores, intendentes, la CGT y los movimientos sociales que no están dispuestos a incorporar una agenda impuesta para perder”, explicaron fuentes oficiales. La “agenda” es, en definitiva, el “dedazo” a la hora de elegir candidaturas. Esa es la razón principal para el llamado a una gran primaria en 2023 que lanzó Fernández.     

El Presidente se queja ante los que le plantean que debería revelarse ante Cristina Kirchner. No lo hará, pero tampoco actuará condicionado por los humores de la expresidenta. “Nadie leyó la carta que escribió, ahí se queja de que no la escucho”, se lamenta en privado Fernández.

En su última misiva la vicepresidenta expuso su disgusto por la falta de resultados en las 19 reuniones que mantuvo con el Presidente, la mayoría, como expresó en la carta, por iniciativa suya.

Cambio de aire y objetivos

Atrás quedaron dos semanas que el Presidente calificó como “trágicas”. En este punto, pese a la convocatoria al diálogo, Fernández está convencido que la oposición es responsable por fogonear el aumento del dólar, los precios, pero especialmente por la utilización política por la muerte de Roberto Sabo, el kioskero de Ramos Mejía.

Es por eso que la recuperación en las elecciones, principalmente en la provincia de Buenos Aires, se festejó como un triunfo. “Lo que hicimos fue poner el desánimo en ellos”, explicaron fuentes oficiales.    

Ahora, se planteó dos desafíos primarios: el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la aprobación de cinco proyectos de ley que considera fundamentales para “vigorizar” la economía. Hidrocarburos, agroindustrial, electromovilidad, industria automotriz y Compra Argentina son las iniciativas que, a instancias del Consejo Económico y Social, el Presidente pretende sancionar antes de fin de año.

Entre los problemas más severos, el gobierno nacional admite problemas para resolver la inflación. “No sé cuánto tiempo va a demandar… es un proceso lento”, reconocieron allegados al Presidente. El gran problema, según confesaron fuentes oficiales, es la caída del salario real. Son, según datos oficiales, 21 puntos en los últimos cuatro años.

Si bien el sector industrial creó 50.000 nuevos empleos en el último año y ya se incorporaron 600.000 trabajadores suspendidos, los sueldos son bajos. “Es lo que hay que recuperar”, aseguraron desde Balcarce 50. 

Aquellos que lo acompañaron durante los últimos días hablan de un cambio. Otro semblante. “Sentíamos que asumió ese día”, confió uno de los integrantes del gabinete nacional más cercanos al Presidente después del discurso del miércoles. Más allá de la exageración, el viernes a la tarde, mientras el sol caía por las ventanas de su despacho, se cerraba una semana “bisagra” para el Presidente.

“Me saqué una mochila de encima”, resumió ante sus íntimos.