El retorno a la actividad laboral tras el feriado confirma que la tensión comercial con Brasil no fue un evento aislado del fin de semana. Los reportes desde la aduana de Paso de los Libres-Uruguayana indican que las autoridades brasileñas continúan aplicando lo que en la jerga se conoce como “Operación Tortuga”: inspecciones sanitarias y burocráticas exhaustivas a cada camión argentino, ralentizando el flujo de exportaciones a un ritmo exasperante.
La Unión Industrial Argentina (UIA) ha elevado un pedido formal a la Cancillería para que intervenga de urgencia. Sectores como el lácteo, frutas frescas y autopartes son los más afectados. “No podemos tener camiones con quesos parados 72 horas al sol esperando un sello”, graficó un empresario del sector alimenticio. Se estima que hay más de 1.500 unidades demoradas a lo largo de la frontera.
Desde el Palacio San Martín intentan bajar el tono públicamente, atribuyendo las demoras a “cuestiones estacionales”, pero en privado reconocen que es el vuelto político de Itamaraty tras los discursos incendiarios de Milei en la cumbre de Montevideo. La diplomacia profesional intenta abrir canales de diálogo técnicos con sus pares brasileños para separar la paja del trigo: “Peleemos por la OTAN, pero dejemos pasar los repuestos de autos”, es el mensaje que intentan instalar.
Si la situación no se normaliza en las próximas 48 horas, podrían comenzar a faltar insumos en las fábricas automotrices de Córdoba, que trabajan con stock justo (just in time) proveniente de Brasil. La ideología empieza a tener un costo contable.
